Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el mundo conoce la real dimensión de la represión nazi contra las minorías: Gitanos, Judíos, comunistas, homosexuales y,, en general los miembros de cualquier grupo minoritario étnico o cultural, sufrieron una política de exterminio sistemático sin precedentes.
Con la derrota de Alemania y Japón (1945), se reconfiguraron las relaciones internacionales de poder. Francia y el Reino Unido, paises agotados por el esfuerzo bélico y ocupados en el proceso de reconstrucción interna y en la solución de los conflictos surgidos en las colonias, perdieron protagonismo en favor de dos nuevas potencias, Estados Unidos y la URSS. Estados Unidos, que había superado la crisis económica iniciada en 1929 gracias, en buena parte, al esfuerzo industrial bélico, aspiraba a ocupar el puesto hegemónico que su poder económico y militar le permitían. El objetivo de la Unión Soviética era garantizar su propia seguridad y salir del aislamiento mediante la creación de un cinturón de países afines y aliados.